Época: Estados Romano-germa
Inicio: Año 429
Fin: Año 534

Antecedente:
Estados Romano-Germanos de Occidente



Comentario

La historia de las antiguas provincias romanas del norte de África bajo el siglo de dominación vándala fue la del progresivo debilitamiento militar del ejército vándalo, la de la incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos, de fundamental radicación urbana y bien representados por el episcopado católico, y la de la paulatina vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses, donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes tribales bereberes más o menos romanizados y cristianizados.
En este marco la Monarquía militar vándala de Genserico y sus sucesores bastante habría tenido con sobrevivir. Para ello utilizaría una política fundamentalmente defensiva y de amedrentamiento contra todos sus más inmediatos enemigos, la propia nobleza bárbara y la aristocracia provincial romana. Al mismo tiempo trataría de establecer coyunturales alianzas con cuantos enemigos de unos y otros pudiera encontrar, fundamentalmente el reprimido clero donatista, con fuerte implantación en las zonas más rurales y bereberes, y cuya extracción social era más bien humilde. En definitiva, una labor de desatención social y descabezamiento político que a la fuerza habría de afectar a las mismas estructuras administrativas heredadas del Imperio, lo que ocasionaría su definitiva ruina.

La causa profunda de dicha ruina no sería otra que la misma base del poder de los reyes vándalos, el ejército, y las exigencias del mismo. El ejército vándalo estaba compuesto en lo fundamental por miembros de sus séquitos, en especial del de semilibres, y de los de la nobleza palaciega. Para sostener a este ejército los reyes vándalos contaron con dos medios. Uno fue la entrega beneficial de las rentas fiscales y dominicales de una de las zonas más fértiles de la antigua Proconsular, las llamadas "sortes vandalorum". El otro continuaba con las tradicionales entregas imperiales de bienes y salarios, para lo que era necesario mantener en pie la maquinaria fiscal romana en el más amplio territorio posible. Esta última ofrecía otra importantísima palanca de poder a los monarcas vándalos: la continuidad de unas exportaciones estatales de cereal y aceite, y de productos manufacturados asociados a los mismos, que además de su valor añadido eran un medio de presión estratégica sobre el gobierno imperial romano. Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota annonaria imperial en él apresada. Sobre la base de esta última Genserico logró apoderarse de bases marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del Mediterráneo occidental: las Islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia. Sin embargo, la desestructuración sociopolítica y administrativa que la Monarquía vándala produjo tenía a la fuerza que socavar las bases materiales de este edificio militar.

Bajo este punto de vista se puede decir que el reinado de Genserico (428-477), el auténtico fundador del Reino vándalo, puso las bases del apogeo del mismo, pero también las de su futura decadencia. El cenit de su reinado y del poderío vándalo en África y el Mediterráneo lo constituyó la paz perpetua conseguida con Constantinopla en el verano del 474, en virtud de la cual se reconocían su soberanía sobre las provincias norteafricanas, las Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña. Por su parte los inicios del proceso de entropía sociopolítica en el Reino vándalo se habrían manifestado desde muy pronto. Desde los primeros momentos de la invasión (429-430) Genserico golpeó a la importante nobleza senatorial y aristocracia urbana norteafricanas, así como a sus máximos representantes en estos momentos, el episcopado católico, procediendo a numerosas confiscaciones de propiedades; entregando algunos de los bienes eclesiásticos a la rival Iglesia donatista y a la nueva arriana oficial. Sin embargo, en modo alguno pudo destruir las bases sociales de la Iglesia católica, que se convirtió así en un núcleo de permanente oposición política e ideológica al poder vándalo. Respecto de su propio pueblo, Genserico en el 442 realizó una sangrienta purga en las filas de la nobleza vándalo-alana, pretextando una conjura anterior. Como consecuencia de ello dicha nobleza prácticamente dejó de existir, destruyéndose así el fortalecimiento de la misma consecuencia del asentamiento y reparto de tierras. En su lugar Genserico trató de poner en pie una nobleza de servicio adicta a su persona y a su familia. Unida por un juramentó de fidelidad al monarca los miembros de dicha nobleza cumplían funciones militares y administrativas, siendo reclutados no sólo entre vándalos sino también entre afrorromanos. Elemento importante de dicha nobleza de servicio sería el clero arriano, favorecido con importantes donaciones, y reclutado entre bárbaros y romanos. Con el fin de eliminar posibles disensiones en el seno de su familia y linaje por cuestión de la sucesión real, suprimiendo así también cualquier papel de la nobleza en la misma, Genserico creó un extraño sistema de sucesión, tal vez a imitación del que pudiera existir en los principados bereberes, denominado seniorato o "Tanistry", en virtud del cual la realeza se transmitía primero entre hermanos por orden de edad y sólo después del fallecimiento del último de éstos se pasaba a una segunda generación.

Los reinados de los sucesores de Genserico no hicieron más que acentuar las contradicciones internas de la Monarquía, en medio de un debilitamiento constante del poder central y su falta de sustitución por otra alternativa. El reinado de su hijo y sucesor Hunerico (477-484) supuso un paso más en el intento de fortalecer el poder real destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa. Su intento de establecer un sistema de sucesión patrilineal chocó con la oposición de buena parte de la nobleza de servicio y de su propia familia, con el resultado de sangrientas purgas. El que dicha oposición buscara apoyo en la iglesia católica supuso que Hunerico en el 483 iniciase una activa política de represión y persecución de la misma, que culminó en la reunión en febrero del 484 de una conferencia de obispos arrianos y católicos en Cartago en la que el rey ordenó la conversión forzosa al arrianismo. Sin embargo, Hunerico no lograría acabar con la Iglesia Católica, aunque si desarticular socialmente algunos territorios clave de la Proconsular y Byzacena.

La muerte de Hunerico en medio de una gran hambruna testimonió el comienzo de una crisis en el sistema fiscal del Reino vándalo, que habría de serle fatal. Guntamundo (484-525) inútilmente trataría de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica, en busca de su apoyo para impedir la extensión del poder de los principados bereberes, y como legitimación del Reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el Catolicismo occidental. Por contra, el reinado de su hermano y sucesor Trasamundo (496-523) sería una síntesis de los dos precedentes, claro síntoma del fracaso de ambos y de la falta de política y apoyos en que se estaba sumiendo la Monarquía, buscando desesperadamente crear un clero arriano adicto a base de la concesión de tierras y beneficios. A falta de apoyos internos, Trasamundo buscaría sobre todo alianzas externas con Bizancio y el poderoso Teodorico, matrimoniando con la hermana de éste, Amalafrida . La crisis política del final del reinado del ostrogodo incitó a su sucesor y sobrino Hilderico (520-530) a buscar a toda costa el apoyo del emperador Justiniano, para lo que intentó hacer las paces con la Iglesia católica africana, a la que restituyó sus posesiones. Política ésta que no dejó de crear descontentos entre la nobleza de servicio. Aprovechando una derrota militar frente a grupos bereberes esta oposición logró destronarle, asesinarle y nombrar en su lugar a uno de los suyos, Gelimer (530-534). Sin embargo, un intento de crear una segunda Monarquía vándala carecía de futuro. Falto de apoyos y debilitado militarmente, el Reino vándalo sucumbía ante la pequeña fuerza expedicionaria bizantina, de sólo 15.000 hombres, comandada por Belisario.